En casa nos gustan los alimentos del mercado. Mi madre tiene tiempo para acercarse cada día al mercado y comprar lo suficiente. Durante un par de semanas al año, en uno de los puestos de fruta tienen habas y guisantes para pelar y conservar o comer al gusto. Mi madre las compra y yo las limpio. Al comerlos y saborear la diferencia, te das cuenta de que merece la pena el rato que pasas extrayéndolas de su vaina, así como la de sabores y sensaciones que estamos perdiendo en pro de nuestra 'maravillosa' vida moderna.
Y bueno, como con tantas y tantas cosas, el ser humano y nosotros en su nombre, estamos jugando a ser lo que no somos y a hacer lo que ni debemos ni nos compete. Jugamos a cambiar el ritmo de las cosechas, el celo de los animales, la composición de los alimentos y el sabor de los guisos. Estamos perdiendo la perspectiva de nuestra posición en la pirámide alimenticia y de nuestro papel en la Tierra. Hemos perdido el respeto por nuestro planeta y por todo lo que en él tiene cabida. Un día, quizás perdamos el apetito y recordaremos que los tomates de la huerta de nuestra abuela no sabían como los que comemos ahora. Y algún listo todavía dirá que el progreso y la ciencia avanzan siempre para mejor, cosa que no dudo, pero joder con los usos que le damos.
lunes, 16 de junio de 2008
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